La principal razón por la que ambos métodos no coinciden en la jerarquización
de los proyectos de inversión, es decir, la razón de la existencia de la tasa de corte de
Fisher, estriba en que cada método parte del supuesto de que los flujos de caja se reinvierten
a un tipo distinto, el VAN los reinvierte al coste de oportunidad del capital (k),
mientras que la TIR lo hace a la tasa de rendimiento (r), que como acabamos de ver en
el punto anterior es totalmente inadecuada. Así, si los flujos de caja de las inversiones
Alfa y Beta los reinvirtiésemos a un k = 10% y calculásemos su rendimiento veríamos
como Alfa produciría un rendimiento del 16,16%, mientras que Beta generaría un
15,73%.
Otro punto importante de cara a la comparación entre los criterios VAN y TIR
estriba en que éste último no cumple el principio de aditividad del valor, que permite
comparar proyectos independientes entre sí.
Así, en la tabla que se muestra a continuación
se ha supuesto que los proyectos A y B son excluyentes entre sí e independientes
del C. Si se cumpliese el principio de aditividad del valor deberíamos elegir el mejor de
los dos proyectos excluyentes sin tener en cuenta para nada el proyecto C. Por tanto, utilizando
el criterio de la TIR, el proyecto A proporciona un mayor rendimiento que el B,
pero al considerarles combinados con el proyecto C resulta que es mejor la combinación
B+C que la A+C. Concretando, este criterio prefiere el proyecto A en solitario, o el proyecto
B si se considera combinado con el proyecto independiente, lo que no cumple la
regla de la aditividad (tal y como sí hace el VAN). La implicación que esto tiene para la directiva de la compañía es que deberá tener en cuenta todas las combinaciones posibles
entre proyectos con objeto de encontrar aquélla que proporcione el mayor rendimiento
interno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario