El derivado climático es una alternativa que las compañías reaseguradoras utilizan para mitigar su riesgo y encontrar capacidad en el mercado financiero cuando su riesgo está asociado al comportamiento climático. Sin embargo, no puede hablarse aún de que estos contratos sustituyan a los contratos de reaseguro habituales
porque el vacío legal existente no permite considerar estos instrumentos como cobertura y, en consecuencia, se requiere del reaseguro para contar con la capacidad de suscripción de riesgos más allá de lo que el capital propio de la empresa permite.
Finalmente, es importante mencionar cuál es la ventaja de que estos instrumentos se negocien en el mercado financiero, más allá de las alternativas mencionadas en donde lo que se cubre es un daño que ocurre por fuera del mismo. Tal como mencionan Müller y Grandi (2000) la existencia de estas herramientas tiene relación
con el hecho de que no se sabe cómo va a comportarse el clima en el futuro.
Y que el administrar el riesgo va a permitir estabilizar los resultados frente a las condiciones cambiantes del clima. Esto último, entonces, va a reflejarse también en la percepción que el accionista tiene del negocio. Y cuanto mayor sea la estabilidad que el inversor perciba (lo que implica menor riesgo), menor será también la exigencia de retorno a su inversión, el precio de las acciones tenderá a ser más alto y el financiamiento con capital propio más económico.
Desde la perspectiva de un administrador de carteras, entonces, la existencia de un mercado estandarizado de derivados climáticos le permitirá una mayor distribución del riesgo desde dos perspectivas distintas. En primer lugar, si es poseedor de acciones de una empresa cuyos resultados dependen del clima y la misma no se encuentra cubierta, podrá él tomar la cobertura en el mercado de derivados. Así, un impacto económico desfavorable que disminuya los resultados de la empresa y, en consecuencia, el nivel de dividendos y la caída del precio de la acción podrá compensarse con el resultado obtenido por la posición elegida en el instrumento. En segundo lugar, de acuerdo a Jewson (2004), si la estructura de su cartera es “neutral” al clima, la baja correlación entre los mercados financieros y el comportamiento climático le permitirá una mayor
diversificación del riesgo.
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