Cuando se piensa en una cobertura en donde la relación entre el clima y el daño es directa, como en el caso de una cosecha, la existencia de un contrato (opción) que genere un determinado ingreso de fondos cuando el índice escogido tome un valor dado no parece tener valor agregado alguno. Sin embargo, posiblemente al
comparar el precio del seguro con la prima del contrato ésta última pueda resultar menor. ¿La razón? El precio del seguro, en su cálculo, está teniendo en cuenta el riesgo moral y de selección adversa que no tiene el derivado: el hecho de que el pago sea contingente a un valor objetivo que puede tomar el índice y que no dependa de las características del tomador hace que estos dos riesgos se eliminen. Bajo esta idea, han surgido en el mercado también seguros paramétricos: para que exista pago, un índice elegido debe tomar determinado valor y debe mostrarse que ese valor del índice implica un daño. Caso contrario, no podría estar hablándose de un seguro dado que no existiría interés asegurable. Los seguros paramétricos, entonces, podrían fácilmente reemplazar a los derivados climáticos cuando de cobertura radicional se trata. Sin embargo, la ventaja de los instrumentos que se introducen en este trabajo está en que, al no requerir interés asegurable de parte del tomador de una determinada posición permite extender la cobertura hacia actividades en donde la medición del daño es un poco más compleja. Un ejemplo que plantea un artículo de CME es el caso de una empresa canadiense dedicada a la construcción de automóviles para nieve que en 1998 ofrecía a los compradores de sus productos un reintegro de $1000 si ese invierno la nevada no superaba determinado nivel: esta estrategia de marketing no era otra cosa que la venta implícita de un put sobre un índice climático a todos aquellos que adquirieran su producto. Esto no hubiera podido lograrse con una cobertura tradicional.
Además de la flexibilidad mencionada en el párrafo anterior, es también importante el papel que juegan estos instrumentos en los casos en donde el riesgo del resultado de un negocio no es el riesgo de precio sino el riesgo de volumen. Es por esta razón que los principales participantes dentro de este mercado han sido, y son, empresas vinculadas con el mercado energético. Una de las características del mercado eléctrico es que la demanda es inelástica y existe una correlación positiva entre el precio de la electricidad y su demanda (cuanto mayor la temperatura, mayor la demanda de energía y también mayor el precio). Asimismo, no
existe para el distribuidor posibilidad de mantener un determinado stock de seguridad.
Hay entonces una doble incertidumbre: el riesgo de precio (en este caso el precio que va a pagar al generador) y el riesgo de demanda (lo que van a exigirl los consumidores finales, en general, bajo un precio que se mantiene constante en el período y que no puede modificar en forma directa respecto al valor que está pagando). El riesgo de precio puede cubrirlo también dentro del mercado de derivados a través de derivados energéticos. El riesgo de demanda no puede cubrirse de manera completa pero, sabiendo la correlación existente entre la demanda y la temperatura puede estructurarse la cobertura. Así, puede estructurarse un derivado en donde se pague determinada cantidad de dinero por cada día del mes que supere una temperatura determinada como crítica (se trataría de un Call).
En consecuencia, cuando al generador deba abonársele un importe adicional por superar el nivel demandado, este resultado podrá ser compensando con el importe percibido en el derivado.
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