La liquidez se refiere a la velocidad y facilidad con la cual un activo puede convertir en efectivo. El oro es un activo realmente líquido; una planta para la manufactura de órdenes a la medida no lo es. En realidad, la liquidez tiene dos dimensiones: la facilidad de conversión versus la pérdida de valor. Cualquier activo se puede convertir rápidamente en efectivo si se reduce el precio de una manera suficiente. En consecuencia, un activo altamente líquido es aquel que se puede vender rápidamente sin una pérdida de valor significativa; un activo sin liquidez no puede ser rápidamente convertido en efectivo sin una reducción sustancial de precio.
Los activos se enlistan comúnmente en el balance general en un orden de liquidez decreciente. Los activos circulantes son relativamente líquidos e incluyen el efectivo y aquellos activos que se esperan se conviertan en efectivo a lo largo de los doce meses siguientes. Las cuentas por cobrar, por ejemplo, representan cantidades que aún no han sido cobradas a los clientes, sobre las ventas que ya se han realizado; naturalmente, se espera que éstas se conviertan en efectivo en el futuro cercano. El inventario es probablemente el menos líquido de los activos circulantes, por lo menos en el caso de muchos negocios.
Los activos se enlistan comúnmente en el balance general en un orden de liquidez decreciente. Los activos circulantes son relativamente líquidos e incluyen el efectivo y aquellos activos que se esperan se conviertan en efectivo a lo largo de los doce meses siguientes. Las cuentas por cobrar, por ejemplo, representan cantidades que aún no han sido cobradas a los clientes, sobre las ventas que ya se han realizado; naturalmente, se espera que éstas se conviertan en efectivo en el futuro cercano. El inventario es probablemente el menos líquido de los activos circulantes, por lo menos en el caso de muchos negocios.